«Carlos no lo sabía, pero el destino había decidido que él debía estar presente en la base que la Agencia norteamericana acababa de construir en Fresnedillas, al norte de Madrid, para escuchar cómo Armstrong decía: «Houston, aquí base Tranquilidad, el águila ha alunizado». Le habían contratado solo un año antes, tras superar el servicio militar, «era un requisito indispensable», recuerda. Durante las nueve horas que estuvo en la sala de comunicaciones «tenía que atender tanto al receptor como al transmisor. Todo pasaba por ahí y se hacía a mano»».