«Aristóteles decía que la naturaleza aborrece el vacío, aunque esa frase que resume su pensamiento es de François Rabelais. Hoy sabemos que eso no es cierto. Pero si pensamos en la vida, al menos tal y como la conocemos, parece que sí que podríamos decir sin temor a equivocarnos mucho que la vida aborrece el vacío. O al menos aquellos nichos en los que no ha conseguido colarse y que intenta llenarlos todos. Y es que según hemos ido explorando nuestro planeta y aprendiendo más de la multitud de seres vivos con la que lo compartimos hemos ido descubriendo vida en entornos en los que parece increíble que pueda existir. Esa habilidad de la vida para adaptarse a entornos tan distintos –algunos nos habrían parecido de ciencia ficción hasta no hace muchos años– es posible gracias a numerosas adaptaciones que los seres vivos hemos ido incorporando a lo largo de nuestra historia evolutiva, un proceso absolutamente asombroso a poco que uno se pare a pensarlo».