«’El gran salto al abismo’ es la historia de un hombre extraordinario» por Jesús Sáez

Ese hombre estuvo trabajando 43 años para la NASA y fue testigo privilegiado de multitud de épicos momentos en la exploración del espacio en las más de cuatro décadas transcurridas entre el Apolo 7 (año 1967) y el lanzamiento de la sonda Juno con destino a Jupiter (2011).

Convendréis conmigo en que, fuese como fuese y costase lo que costase, esa historia debía ser contada.

Faltaría a la verdad si aquí diera una detallada y sesuda explicación de la planificación que dio lugar a la gestación de El gran salto al abismo. No hubo premeditación alguna, las piezas del puzzle fueron encajando casi sin mediar voluntad laboriosa, más bien parecía que la historia se hubiera abierto paso ella sola emergiendo de la oscuridad en la que durante muchos años había estado sumida. Mi trabajo consistió en darle forma, esculpir la historia hasta conseguir una imagen cercana de lo que supusieron aquellos años tan complicados como apasionantes en el ámbito tecnológico.

Todo empezó por algo tan rutinario para mí como escuchar por la mañana temprano un podcast sobre ciencia. Aquel día, una voz me subyugó y me transportó hasta los épicos momentos en que la exploración del espacio se convirtió en un clamoroso éxito del ser humano, quizás el único evento de la historia susceptible de ser calificado como tal, sin paliativos.

Perseguí aquella voz y dos meses más tarde pude conocer personalmente al hombre que se escondía tras ella. La entrevista con Carlos González Pintado hizo explosionar en mi interior la ineludible obligación de poner negro sobre blanco los detalles de todo lo acontecido en sus muchos años de vida sin escatimar esfuerzos y sin importar siquiera si el camino a recorrer llevaba a alguna parte.

La primera vez que me senté delante de una pantalla en blanco para iniciar el relato, cerré los ojos invocando la ayuda de las musas en mi empeño de actuar de vocero. Al pronto recordé un comentario que, casi de pasada, me hizo Carlos en la primera conversación que mantuvimos. En aquella ocasión me habló de los temblores que sufrió por todo su cuerpo al finalizar el turno de seguimiento de la misión Apolo 11 tras primer el histórico descenso a la Luna un 21 de julio de hace 50 años.

En aquel instante fluyeron las ideas y los dedos se movieron rápidamente sobre el teclado con el fin de sumergir al lector en tan singular situación. A partir de aquel momento su sucedieron muchas tardes de pasión y desesperación. Algunos días la inspiración se negaba a hacer acto de presencia, y en otros los dedos se movían febrilmente sobre el teclado para que las malditas musas no se escaparan sin que quedara constancia escrita de sus cuchicheos, delirios, devaneos y susurros.

Cuando muchos meses más tarde eché un vistazo al primer borrador del relato, me encontré con que no se trataba de una sola historia, sino que habían nacido trillizos: 1) la extraordinaria historia de Carlos González, 2) el relato del papel fundamental que habían jugado las estaciones españolas tanto en la carrera espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética como en la exploración del espacio, 3) una recopilación de anécdotas y sucesos ocurridos en toda aquella lucha por la supremacía en el espacio y años posteriores.

El libro había nacido de esa manera, y así se remató. Lo demás fue trabajo de una editorial que apostó fuerte por la historia e hizo un trabajo excepcional con un equipo humano y profesional de primera división. Laura, Oihan, Nuria, Camila… se dejaron la piel para que el producto final fuese de una calidad extraordinaria, y creo que lo han conseguido con creces.

Pero el valor fundamental del libro va mucho más allá de la mera biografía o las anécdotas y relatos. El texto, utilizando todo ese material como hilo conductor, reivindica el espíritu de lucha y unidad de la humanidad en su conjunto en un frente común ante el reto de poner un pie en la luna. El capítulo ¡Cero! (que es el último porque el índice está estructurado como una Cuenta Atrás, emulando al del lanzamiento de los cohetes) se dedica a la reflexión de lo que significó aquel periodo de la historia y el ejemplo que supone para el ser humano actual.

Por encima de todo he intentado transmitir emoción, pasión y reflexión, ese ha sido mi mayor empeño.

Y acabo con dos citas incluidas en el libro.

La cita de Maya Angelou con la que arranca la Introducción del libro («No hay peor agonía que llevar con nosotros una historia que no ha sido contada»)  se convirtió en una aplastante realidad desde el momento en que me convertí en depositario de la confianza del protagonista de la obra, Carlos González Pintado, para poner música a la letra de su extraordinaria biografía.

Por otro lado, la cita de Borges en el inicio del último capítulo del libro («Escribo para desahogarme») es una descarada declaración de lo que realmente ha supuesto para mi estos dos años de dedicación a la magna empresa de dar forma a tan apasionante historia.

Nada me gustaría más que todos aquellos lectores ávidos de aventuras de desapercibidos héroes de nuestro tiempo, encuentren en El gran salto al abismo cumplida satisfacción a sus inquietudes.

¡NO TE QUEDES SIN TU EJEMPLAR!