«Disecciones», un libro con grandes historias dentro y fuera de sus páginas

A finales del mes de febrero, cuando ya llevaba un par de meses de estancia en la Universidad de Navarra, tomé una decisión. Una decisión que daría sentido a este proyecto editorial. Ya sabéis que tengo debilidad por la lectura, por la ciencia y por el buen gusto. Es un hecho evidente. No obstante, el plan de hacer libros de divulgación con el único objetivo de dar ciencia a la gente, no me satisfacía. Ya sé que quizá soy demasiado osado, ¿qué más se puede pretender dirigiendo una editorial de contenido científico?

Le di muchas vueltas, mi trabajo debía tener un sentido, debía lograr trabajar de forma que cada noche me acostara con una sensación rotunda de significado, del porqué es importante esto que estamos haciendo. Y pasó. Fue una tarde estando frente al ordenador en el laboratorio. Andaba reflexionando sobre un comentario que había hecho mi terapeuta. La idea era que el sentido lo encontrábamos la mayoría de las veces al compartir con otras personas aquello que nos hacía felices. Mientras ponía del derecho y del revés ese pensamiento, iba consultando mi cuenta de Twitter, algo que los que me conocéis sabéis que hago a menudo (un saludo a mi familia). Como suele ocurrir en la dinámica de las ideas, una se asoció a otra y empezaron a encadenarse hasta llevarme a una idea global: haría libros con personas con las que me hiciera feliz hacerlos.

Justo en ese momento, andaba escribiéndole un tuit a Angélica Pérez, una persona a la que nunca he visto pero que siento muy cerca. Ella me ayudó durante muchas de las mañanas en los primeros años de universidad. Nos escribíamos un tuit matinal y me daba fuerza para afrontar las primeras horas. La apunté en mi lista de autores. Después, y una vez más por asociación, pensé en Natalia Ruiz Zelmanovich, que con su presencia hizo más digerible la presentación que tuvimos en Madrid. Nunca olvido lo que supone un gesto como aquel en un día duro. En ambos casos, sabía de su talento con las letras, así que era una apuesta segura. De ellas pasé a pensar en Javier Peláez, uno de los responsables de que yo me esté dedicando a esto. Su invitación a Naukas, hace ya algunos años, fue definitiva para que invirtiera todo mi tiempo en la comunicación de la ciencia. Como también me aconsejó César Tomé el día que le dije que quería investigar sobre cuestiones relacionadas con la adicción a las drogas:

–¿Por qué no sales de tu zona de confort? –me dijo. Y así lo he hecho, César. Por cierto, te debo mis respuestas al juego que planteas para Disecciones. Ya me dirás si atino.

El pensamiento sobre César me catapultó directamente a Marta Macho-Stadler, una guerrera a la que admiro profundamente, una de esas personas que utilizas como espejo, ¿lo habéis hecho alguna vez? Mirarte al espejo e imaginar que te devuelve el reflejo de alguien a quién respetas. Yo lo hice con ella. Recurso que también he utilizado con Miguel Santander, escritor que me revuelve las entrañas. Leed su obra La última huella y decidme. La elección de Xurxo Mariño, por otro lado, fue natural. Jon Gurutz sabe de mi admiración por él como comunicador, artículos como La paradoja de la selva tropical se han quedado clavados en mi corazón. Él también debía estar en este libro. Como imprescindible era dedicar un espacio a José Ramón Alonso, responsable, junto a Ignacio Lopez Goñi, de que mi primer libro con coautor fuera una realidad. Él ha creído en mí siempre.

El día estaba dando sus frutos, ya tenía una lista de ocho autores a los que quería publicar. Ocho personas que de distintas maneras habían dado sentido a mis últimos años. Estaba contento, les había escrito y todos habían reaccionado con ilusión por el proyecto. Llegué a casa y después de sacar a Argi, subí a por el libro que estaba leyendo, La pecera, de Juan Gracia Armendáriz. Una obra que me helaba la sangre con cada uno de sus capítulos. Muchos de vosotros entenderéis el porqué. Me quedé mirando la foto de su autor y recordé que mi compañera de trabajo, Natalia Ibiricu, me había contando que era familiar suyo y que podía ponerme en contacto con él. Pensé que semejante autor no me haría mucho caso, al fin y al cabo, Next Door lleva poco tiempo en el mercado, pero su respuesta fue positiva. No me lo podía creer, ¡aquello marchaba!

Al día siguiente me desperté con un aviso en el móvil: «Su blog está recibiendo un montón de visitas». Qué raro –pensé– si no había publicado nada hacía más de un mes. Consulté y el tráfico llegaba desde el blog Una mamá española en Alemania de Fátima Casaseca. Fátima tenía un enlace que dirigía las visitas a mi blog desde hacía varios años. Sus textos siempre me han arrancado una carcajada explosiva. Sonreí pensando en lo mucho que hacen las personas sin conocerte y… ¡voilà! Ahí mismo tenía a la décima persona para Disecciones.

El tema del libro lo tuve claro desde el principio, quería que fuera un libro sobre la enfermedad y debía hacerse con relatos de ficción. Divulgar es interesante, puedes aprender mucho, pero la ficción bien elaborada es capaz de atravesarte de lado a lado. Algunos de los autores me dijeron que nunca habían escrito ficción pero que querían intentarlo. Sabía que lo bordarían, sus textos divulgativos denotan el dominio del lenguaje, y aunque por supuesto que no es lo mismo, tenía confianza en que lo darían todo. Exactamente igual que hacemos nosotros en esta editorial. Y exactamente igual que José A. Pérez Ledo, un tipo absolutamente brillante y apasionado que convierte en talento todo lo que toca. Le escribí y ha tenido la amabilidad de hacernos el prólogo. Un millón de gracias desde aquí, José A.

Solo me quedaba una cosa, había que elegir al diseñador del experimento. Y en este punto tomé la decisión más importante de mi vida. Opté por trabajar con Nekane Irujo, una persona que me ha acompañado durante toda mi trayectoria vital, desde el parvulario. Alguien con quien he compartido un sufrimiento lleno de espinas, una artista con una capacidad creativa y una sensibilidad que no he conocido en nadie. Ese sería el gran reto que terminaría de dar sentido a esta joya en papel.

Lo hicimos y se lo dedicamos a Gabriel Marín porque sin él hubiera sido imposible poder llegar hasta aquí y tener la capacidad de continuar.

Disecciones no es un libro cualquiera. Es un libro capaz de estremecerte o hacerte pasar de la risa al  llanto en una única página. A nivel formal hemos tenido en cuenta cada uno de los detalles, desde la elección de la tipografía (que ayuda a su legibilidad tengas la edad que tengas) hasta el tamaño de las cajas de texto, márgenes, gramaje del papel, tipo de tinta china en las ilustraciones e incluso el hecho de poner la hoja de créditos en la página impar. Todo con el fin de hacer un objeto bello de cómoda lectura.

El sábado pasado presentamos Disecciones en la librería La Extravagante, en Sevilla. Lo hicimos de la mano de Ciencia Jot Down y conmigo estuvieron Ángel L. Fernández y Javier Burgos. Fue la primera vez que hablaba de la enorme historia de superación que hay detrás de este libro, y fue muy emocionante. Por eso, aprovecho para daros las gracias a los dos y a todas las personas que estuvieron acompañándonos.

Disecciones abre la colección Ciencia y Ficción con la que propondremos relatos que nos ayuden a entender un poco mejor algunas cuestiones relacionadas con la ciencia y la salud. Ahora solo necesito que cerréis el círculo leyéndolo y disfrutándolo. Eso terminará de darle significado a todo el corazón que hemos puesto en este trabajo.

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