Entrevista Pau Eloy-García Jiménez

Se vive y reivindica como persona trans, no binaria y bisexual. Su paso por el feminismo le ayudó a saber quién era y quién no era. No era hombre ni era mujer. Ese fue el punto de partida de Pau Eloy-García Jiménez cuya formación se centró en la diversidad sexual y de género. A día de hoy, lucha por los derechos de las personas LGTBQI+, especialmente de las personas trans y la despatologización de sus identidades, desde Transdiversa, cooperativa de iniciativa social que emprende junto a sus compañeres (*).

¿Con qué pronombre quieres que me dirija a ti?

Puedes utilizar el pronombre neutro.

¿Que sería…?

El pronombre sería elle en vez de él o ella, y en las palabras que tienen género se utilizaría una e en vez de una o o una a.

De acuerdo, a ver si lo he entendido bien, para hablar de ti diría «voy a entrevistarle a elle» y para describirte diría «elle es muy bonite». ¿Es así?

Perfecto (risas).

¿Qué son los géneros no binarios?

Son aquellos que se salen de las categorías binarias de hombre y mujer parcial o totalmente. «No binario» sería el término paraguas que engloba las identidades como «género neutro», «género fluido», «bigénero», etc. Cada una de ellas tiene sus particularidades. No tiene que ver con los roles o con la forma en que expresas tu género, ya que nada de eso te hace ser mujer, hombre o no binarie.

¿Y cómo reacciona la gente cuando le dices que eres no binarie?

Pues, en general, con muchas excusas para no utilizar mi género. Cosas del tipo: «Uy, no sé si voy a ser capaz, es que esto no lo había escuchado nunca» o «uf, qué difícil». Así que siempre dejo la opción de que la otra persona me trate en masculino si tanto le cuesta el neutro. Pero no me gusta demasiado, al fin y al cabo, de esa manera hago una concesión que no tendría por qué hacer, que los demás no hacen. Sin embargo, si no la hago, muchas veces terminan tratándome con mi género asignado al nacer, y eso me genera muchísimo malestar.

¿Por qué?

Mi malestar es mayor cuando me tratan en femenino porque es la forma en la que siempre se han dirigido a mí, asociándolo a que era una mujer. Que me traten en masculino también me incomoda, pero no de la misma forma porque para mí es algo más nuevo y reciente, pues no había experimentado nunca que me hablasen en ese género. Con el tiempo me está dejando de doler tanto que se dirijan a mí en masculino o en femenino porque yo tengo la seguridad de saber quién soy, además, no está tan mal esa mezcla de géneros. Para mí lo ideal sería que siempre se me tratase en neutro, pero soy consciente de que para eso aún queda mucho camino.

Claro, la cosa es que nuestro cerebro está clasificando constantemente. ¿Cómo crees que te perciben las personas?

Es difícil saber qué está pensando la otra persona o qué percepción tiene sobre ti. Creo que la gente intuye cosas, quizá la mayor parte del tiempo no sabe cómo referirse a mí porque lo que ve no le encaja. Y cualquier detalle pequeño puede indicarle si tratarme en femenino o masculino. Quiero decir que siendo una persona no binaria es muy difícil que alguien me vea como soy. A no ser que sean otras personas no binarias.

Imagino que tiene que ser difícil vivirse desde ahí en un mundo como este. ¿Cómo te sentías de niñe?

Lo cierto es que no tengo un recuerdo claro de esa sensación. Creo que en general me negaba muchas cosas de mí misme, que quizá no tuvieran que ver tanto con el género, sino más bien con el cuerpo, con la forma de relacionarme con mi cuerpo. En general con la forma de relacionarme conmigo misme. Es difícil separar esto del género, al final es un todo que tiene que ver con todo. Siempre tenía la sensación de no ser realmente consciente de mí, de hecho, he ido siendo consciente a medida que he ido reflexionando sobre quién soy, sobre qué papel tengo en el mundo. Pero en mi infancia y en mi adolescencia, era una persona totalmente desconocida para mí misme. Es una sensación extraña, me miro en las fotos y me cuesta reconocerme.

¿En qué momento te das cuenta de que no hay porqué ser hombre o mujer?

Conocí el tema trans a través del feminismo. Me metí mucho en el activismo feminista, para mí fue un descubrimiento vital muy importante, porque hizo que me cuestionara muchas cosas, de hecho, fue el inicio del reencuentro conmigo misme.

Empecé a ver vídeos de chicos trans en internet, necesitaba comprender y sentirme identificade, y lo que ocurría era que me sentía parcialmente identificade. Y tuve la suerte de que las primeras personas trans que conocí eran no binarias. Supongo que de forma inconsciente cada cual busca a aquellas personas con las que tiene cosas en común, referentes. Y la verdad es que, viéndolo en retrospectiva, yo siempre supe que era una persona no binaria, desde el principio. Lo que pasa es que la presión externa es enorme, te dicen: «Eso no puede ser, si no eres una chica cis, serás un chico trans».

¿Cuáles fueron tus referentes?

Pues mira, este es un gran tema, además me gusta mucho hablar de él. Siempre tenemos una imagen de que tus referentes tienen que ser personas importantes a nivel público y social, quiero decir con cierto estatus social. Sin embargo, mis referentes siempre han sido personas como yo, gente que he conocido por redes sociales, con quienes he charlado y que luego se han convertido en amigues. Además, no hay demasiadas personas no binarias con cierto estatus social, con el tiempo sí he ido descubriendo a activistas reconocides  en sus países porque a su vez pertenecen al mundo del espectáculo y la cultura, pero todavía hay poquitas. Y yo me emociono muchísimo simplemente por saber que existen (risas). Veo sus vídeos, cómo se expresan, y cómo dan tanto de sí mismes, y eso me da fuerza. Pero al final cualquiera de nosotres puede ser referente para otres, somos una comunidad pequeña, por tanto, todes, por el hecho de visibilizarnos en ciertos contextos sociales, en momentos puntuales, ya estamos siendo referentes para otras personas trans.

Visibilizarse tiene que ser un proceso difícil… ¿Cómo fue tu transición?

Estaba estudiando trabajo social, tenía muchas asignaturas relacionadas con el género y el feminismo. Y ahí empecé a interesarme mucho por estos temas a nivel de activismo. Y poco a poco, de una forma natural, el proceso se fue convirtiendo en un descubrimiento personal y emocional, un proceso de reencontrarme conmigo, con lo que yo pensaba que era mi identidad de mujer, de reencontrarme con mi cuerpo, de aceptar mi cuerpo. Es decir, de repente me reencontré de una forma nueva y pude sanar todo lo que había acumulado durante muchos años. A medida que trabajaba en ello me iba empoderando en el rol de mujer activista, pero llegado a cierto punto, empecé a sentir que algo no encajaba. A nivel personal (en el fondo) había algo que me estaba causando dudas. En ese momento empecé a conocer a personas trans, sobre todo a través de las redes sociales, y ahí es cuando realmente me dije: «Aquí hay mucha tela que cortar» (risas).

Supongo que el impacto tuvo que ser enorme. Entiendo que estabas en pleno empoderamiento como mujer cuando, de pronto, te diste cuenta de que en realidad no eras una mujer…

Sí, para mí fue un punto de inflexión porque yo me había aferrado mucho a ese rol de mujer feminista y de repente tuve que afrontar que no era esa persona. Fue muy jodido (risas). Ten en cuenta que eso supone, por un lado, replantearte dónde te mueves a nivel social, los entornos donde estás, las amistades que tienes; y, por otro, todo lo que ese proceso va a suponer a nivel personal. Pero, aun así, agradezco muchísimo ese primer acercamiento porque me dio toda la seguridad y confianza que siento ahora respecto a mí y a mi cuerpo. Es verdad que tuve que deconstruir muchas cosas, que siguen estando así en el discurso feminista, como el cisexismo, la transfobia y demás, pero también pude trabajar en muchas cuestiones personales que si no hubiese llegado al feminismo nunca hubiese trabajado.

¿Te costó mucho dar el paso?

Reconozco que lo viví con mucha naturalidad. Es cierto que sentí un vértigo grande pero que vino más por la parte social, porque se lo tienes que contar a un montón de gente, no sabes cómo se lo van a tomar y seguramente te cuestionen y no te apoyen. Pero viví mi proceso con personas con las que sabía que no iba a tener ningún problema y se dio con naturalidad. Con mi pareja, con mi grupo de amigues de siempre, fue un proceso cero complicado.

Así que tu pareja no se asustó…

No, al contrario, siempre ha tenido un papel de acompañamiento. De hecho, siempre cuento que con él, yo nunca he tenido que salir del armario, es decir, yo nunca le senté y le dije: «Mira soy trans y quiero que me trates de tal manera». En realidad, los primeros pasos de mi transición fueron con él. Él fue la primera persona que me empezó a tratar en masculino y en neutro, para ver cómo me sentía.

Qué maravilla…

Sí, fue un acompañamiento muy bonito, muy sano. Él lo vivió desde el amor y la generosidad, sin tratar de entender tanto de forma racional.

¿Y la familia?

Mi madre y mi hermano, que son con los que convivo, siempre han estado ahí. Al principio me costó mucho contárselo porque mi familia tenía una visión de mí que no se correspondía con la realidad. Había cierta idealización de hija cis, hetero, con pareja, ya sabes, típica imagen de familia ideal. Y claro, para mí implicaba tener que salir de repente de muchos armarios. No solo por el tema trans sino porque, de pronto, mi pareja y yo dejamos de tener una relación convencional. Yo sentía que había demasiadas barreras que ir saltando. Además, en mi caso nunca hubo sospecha de nada, como pasa en otros casos que desde peques ya se perciben ciertas cosas que pueden llevar a la familia a intuir algo, a ver que quizá no es una persona muy normativa en el tema de la orientación o de la identidad. Entonces tuve la sensación de que eran demasiados los prejuicios que debía derribar. Pero, aun así, cuando lo han sabido, me han acompañado y me siguen acompañando.

¿Has dejado de hacer cosas por miedo a las reacciones?

Sí y al principio lo vivía mal porque pensaba que me estaba perdiendo algo, pero a día de hoy lo vivo como una forma de cuidarme. Ganas en salud (risas).

¿Crees que tú también tienes transfobia interiorizada?

Sin duda, tengo y seguiré teniendo transfobia interiorizada. Claro que a medida que va pasando el tiempo te vas haciendo consciente y eso te sirve para trabajarlo y reducirla. Además, nunca vas a dejar de ser trans por tanto nunca vas a dejar de sufrir transfobia, sea del exterior o del interior. Es decir, es algo que va en tu experiencia, igual que si eres una mujer nunca vas a dejar de sufrir machismo o de tener machismo interiorizado.

He leído que incluso dentro del colectivo LGTBIQA+ se niega la realidad no binaria.

Así es, creo que en parte porque mucha gente simplemente no conoce a nadie en su entorno, o sencillamente no lo entiende y, por tanto, decide negarlo. De hecho, esta gente es la que menos me preocupa, porque en el momento que conozcan a una persona no binaria en su entorno, creo que serán más abiertas a aceptarlo. Pero lo inquietante es ese otro tipo de personas que lo niegan abiertamente y defienden su posición incluso a nivel ideológico con distintas teorías. A mí esa gente me preocupa un poquito más, porque al final es un discurso de odio muy fuerte, y si además lo enmarcan y argumentan con teorías que no están dispuestos a revisar, pues ya tenemos un problema enorme. Por otro lado, si muchas personas no binarias nos estamos visibilizando desde el activismo, pues resulta una evidencia, y negar abiertamente la existencia de la identidad o nuestra forma de vivir la identidad, creo que debería hacer saltar las alarmas. Y sin embargo no saltan.

Pero, ¿qué puede haber de fondo? ¿Qué les genera tanta incomodidad como para negarlo?

Bueno, yo creo que la mayoría de personas trans sobrevivimos a base de aferrarnos a algunas cosas. Al final, la dicotomía, el binarismo, es muy evidente en todo, y hay mucha gente que lo ha vivido con mucho dolor en su vida. Y que nosotres como personas no binarias pongamos en duda el hecho de que las estructuras sean binarias o sean como nos han dicho que son, pues entra en conflicto en lo personal. La lástima es que no puedan convivir todas las opciones, yo no pretendo que alguien deje de ser hombre o mujer porque yo exista (risas).

Hay que ser muy valiente para visibilizarse como trans y activista con la cantidad de dificultades que existen.

Sí, supongo que nos  gusta lo difícil (risas).

Cuéntame qué hacéis en Transdiversa.

Transdiversa es una entidad que surge del trabajo que llevamos realizando Ana, Leo y yo durante los últimos años. Ana y Leo son psicólogues, yo trabajadore social, empezamos trabajando juntes en otra entidad haciendo acompañamiento psicosocial a personas trans y a sus familias, y haciendo formación sobre diversidad sexual y de género, concretamente sobre las identidades trans. Ahora hemos decidido emprender y seguir haciendo el trabajo que ya hacíamos, pero desde otro enfoque. Creemos que es importante mostrar que las personas trans también somos  profesionales del ámbito psicosocial. Porque como sabrás siempre son personas cis las que hablan de  nosotres y de nuestra realidad, como si las propias personas trans no pudiéramos hablar de nuestra vivencia y a la vez tener un perfil profesional dentro de la intervención social. Este ha sido uno de los motivos por los que hemos querido poner en marcha este proyecto, la necesidad de que haya referentes profesionales, por un lado, y nuestra capacidad para ofrecer servicios de formación y de atención psicosocial por otro.

Creo que vuestra labor es muy necesaria. Ojalá los géneros no binarios vayan normalizándose. En algunos países he visto que se puede optar por un tercer género en el registro.

Sí, así es, hay cada vez más países que incluyen en sus documentos de identidad otra opción de género. Yo, personalmente, creo que es delicado.

¿Por qué?

Para mí lo ideal sería que no hubiese que elegir un género. Entiendo que para muchas personas trans es importante conseguir que se les reconozca el género en el DNI, pero para mí es siempre desagradable llevar una letra que no me identifica.

He leído que hay hasta 31 géneros. ¿Eso es posible?

No existe una plataforma que recoja todos los géneros que existen (o puedan llegar a existir) que no sean los de hombre o mujer. Es decir, más allá de los géneros que se entienden como «oficiales» porque tienen representación a nivel legal, administrativo, social y cultural. El sistema en el que vivimos no permite ir más allá de lo puramente binario, así es como está construido. Es difícil hacerse una idea de cuántos géneros no binarios existen, ya que son identidades y conceptos que surgen de las propias personas o de la propia comunidad trans y no binaria. Creo que lo importante, a fin de cuentas, es que cada persona defina su identidad en los términos que necesite y crea conveniente si siente que otros no le representan.

Tengo que darle una vuelta a esto porque se me hace difícil interiorizarlo.

Sí, tenemos un concepto muy rígido de la identidad de género, como algo estable e inamovible.

Cuando te conocí, no necesité entender tu género, simplemente te vi y sentí a una persona no binaria. A veces percibimos cosas que no nos cuadran y que probablemente si tuvieran nombre podríamos integrarlas con naturalidad.

Me gusta mucho oír eso, de verdad. Es muy bonito.

Ha sido un verdadero placer, gracias por todo, Pau.

Gracias a ti, Oihan.

(*) Distintos colectivos ven limitante el uso convencional del masculino y el femenino y proponen formas de disidencia gramatical. Una es la forma en –e (todes, elle, nosotres) como género neutro en español. El objetivo, en un primer momento, fue que sirviera para denominar a las personas de género no binario, no obstante se ha ido aplicando también en el plural, para referirse a grupos mixtos de gente; y en el singular genérico, para referirse a un individuo.