NeuroArte

El cerebro humano, un órgano de 1350 g de peso y 1200 cm3 de volumen, de consistencia gelatinosa y una topografía de surcos sinuosos, tiene un color rosado en su superficie y blanquecino en su interior. Bañado por un líquido acuoso y nutrido por muchos vasos sanguíneos, permanece protegido, en silencio y a oscuras dentro del cráneo, donde también se alojan el cerebelo y el tronco del encéfalo, que continúa hacia abajo —ya fuera del cráneo—, con la médula espinal, por la que se conecta con el resto del cuerpo.

«Self Reflected» Greg Dunn

Pieza entera
«Self Reflected»
Greg Dunn

Sorprende y admira que de esta masa de aspecto tan «desagradable» surja la conciencia humana y de ella nuestras obras, con todas sus contradicciones. Visualiza tu cerebro mientras lees esto —y de paso el mío mientras lo escribo—. La corteza cerebral, con sus 86 000 millones de neuronas perfectamente coordinadas, genera la conciencia, el pensamiento y la información que se transmite mediante descargas electro-químicas a lo largo de los 160 000 km de «cableado» que las conectan. No paran nunca, ni durmiendo, ni en reposo, ni meditando. Un gasto enorme de energía —el cerebro consume el 80 % de la energía de nuestra alimentación diaria—, la que empleamos en comprender e interpretar constantemente el mundo que nos rodea, la que gastamos en responder adecuadamente en cada circunstancia.

Pensar, correr, amar, creer, esperar, hablar, enseñar, aprender… La gran diversidad y complejidad de sus funciones es el reflejo de su extraordinaria estructura. El orden debe ser perfecto, la coordinación exquisita y sus resultados, bueno, sus resultados mejoran con la práctica.

Mucho hemos avanzado en la comprensión de su estructura y funcionamiento, pero nuestro cerebro sigue guardando sus misterios, se resiste al autoconocimiento. Primero la filosofía, la literatura o la pintura intentaron aproximarse a sus secretos. Luego la medicina, la biología, la química, la física o la psicología se sumaron al empeño en una tarea inacabada e imperfecta aún, como imperfecto e inacabado es el propio cerebro.

En el conocimiento humano, donde no llega la Ciencia intenta llegar el Arte que también sirve a la Ciencia para mostrar el conocimiento. En cuanto al cerebro pensemos en la anatomía de Vesalio o en los dibujos de Ramón y Cajal —el primero en ver una neurona y comprender lo que era—, pero también en Leonardo Da Vinci o en el surrealismo de Dalí.

La neurociencia más actual también muestra la belleza del cerebro, los científicos no se resisten a ver arte en su obra científica. En sus estudios histológicos o en los de imagen funcional o a usar las técnicas diagnósticas como expresión artística.

Tálamo y ganglios basales «Self Reflected» Greg Dunn

Tálamo y ganglios basales
«Self Reflected»
Greg Dunn

Artistas que se acercan a la neurociencia y la reinterpretan. Como hace Elisabeth Jameson, artista con un diagnóstico de esclerosis múltiple que convierte sus propias resonancias magnéticas en coloridos paisajes que transmiten la belleza del imperfecto cerebro humano.

Neurocientíficos que son también artistas con obras hermosas que transmiten nuestro conocimiento actual sobre la estructura y funcionamiento del cerebro. Greg Dunn es uno de estos «neuroartistas». Doctorado en Neurociencia por la Universidad de Pennsylvania, tiene una interesante obra plástica dedicada a «lo neuro».

Dunn opina que las neuronas, en su escala microscópica, tienen la misma elegancia que las flores, los árboles o los animales, y encuentra en las técnicas plásticas orientales el medio de expresión perfecto para su idea. Sus refinados dibujos de neuronas en tinta sobre papel de arroz y suspendidos en forma de kakemono son la prueba. Mezclando técnicas y materiales realiza también obras con láminas de oro que resaltan en su brillo el delicado misterio del sistema nervioso.

Pero Dunn no se conforma con mostrar la belleza plástica y microscópica de los delicados tejidos nerviosos, Dunn quiere mostrarnos también su maravilloso funcionamiento y para ello se asocia con Brian Edwards, también artista y además doctor en Física aplicada. Juntos inventan una nueva técnica, que llaman «reflejo micrograbado», litografías hechas a mano con microchips que manipulan la luz a una escala microscópica y controlan de forma muy precisa como la reflejan las superficies metálicas. Quieren unir el arte y la ciencia —«neuroarte»— para recrear, como jamás se ha hecho antes, la belleza estructural y funcional del cerebro humano.

Así surge «Self Reflected». Una fusión de arte, neurociencia e ingeniería para crear una ambiciosa obra que quiere transformar la forma en la que pensamos sobre el cerebro y hacernos más conscientes del órgano que nos hace humanos al mostrarnos como, desde el microscópico funcionamiento neuronal se organiza la misteriosa estructura del encéfalo.

«Self Reflected» cambia y evoluciona según la perspectiva móvil del espectador. Mediante hipnóticas y armoniosas coreografías neurales, hechas con los «reflejos micrograbados», podemos observar lo que ocurre en nuestra propia mente mientras las contemplamos.

Mejor lo vemos en acción, aunque la obra está diseñada para ser vista mientras nos movemos a su alrededor. Como la buena música, mejor un directo que la grabación.

Para conocer más detalles sobre «Self Reflected» podéis visitar la web de Greg Dunn aquí.