Jller: teconología, ciencia y arte

Amélie, la protagonista de la película de Jean-Pierre Jeunet, hace rebotar guijarros en las aguas del Sena cuando está triste o estresada. Hazaña que no pudo conseguir la actriz Audrey Tautou por más que lo intentó, forzando al equipo a hacer un trucaje.

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La máquina Jller es más habilidosa con las piedras de río que la intérprete francesa. Si bien no las lanza, es capaz de seleccionarlas y clasificarlas según su edad geológica creando un mural con tanta belleza estética como interés científico.

La autómata recolectora, según sus creadores Prokop Bartoníček y Benjamin Maus, es «parte de un proyecto de investigación en curso en los campos de la automatización industrial y la geología histórica». Debe su nombre al río del que extrae los guijarros: el Iller, afluente derecho del Danubio de 147 kilómetros de longitud que recorre los estados federados de Baden-Wurtemberg y Baviera y desemboca en el Danubio en la ciudad de Ulm. La elección del Iller es clave puesto que las piedras de esa región siguen una serie de patrones que el software de la máquina distingue con facilidad.

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El brazo mecánico de Jller, equipado con un sensor y unas ventosas, se desliza por los carriles laterales hasta seleccionar de entre un conjunto de piedras aquella que tiene la edad geológica correspondiente a la fila del mural que está formando. Para ello analiza la imagen de cada guijarro; extrae información de la composición de colores, las capas de sedimentos y la textura de la superficie; y la compara con las categorías predefinidas en la base de datos.

A pesar de que la singular archivera fusiona tecnología, informática y geología, según Prokop Bartoníček «Jller es arte. Fue expuesta en la galería ExPost de Praga hace unos meses y va a ser presentada en el Ars Electronica de Linz este próximo mes de septiembre». Una obra artística con mucha ciencia.