La Viagra femenina

Andreas Lie «Love»

Andreas Lie
«Love»

La década de 1970 fue la de la revolución sexual en el mundo occidental. La píldora anticonceptiva y la disminución de las enfermedades de transmisión sexual coincidieron con nuevos movimientos sociales, un cambio cultural y una nueva consideración del sexo premarital, las orientaciones sexuales, la masturbación y la sexualidad femenina. Estos nuevos horizontes generaron un ambiente de liberación personal y sexual plasmado en el eslogan «Haz el amor y no la guerra» –incluido en sendas canciones por John Lennon y Bob Marley en 1973– y donde se consideraba que de sexo, cuanto más, mejor. Sin embargo, esa misma ebullición  sexual puso de manifiesto que había personas que de mejor o peor grado se quedaban al margen. En 1970, William Masters y Virginia Johnson publicaron su libro Human Sexual Inadequacy donde describían en detalle problemas para una sexualidad satisfactoria incluyendo la impotencia y la anorgasmia y dos años más tarde los terapeutas sexuales empezaron a tratar a personas con bajo deseo sexual, algo que fue etiquetado como un trastorno específico en 1977 por dos de ellos, Helen Singer Kaplan y Harold Lief. Al final de la década, en 1980, el DSM-III, la llamada biblia del psiquiatra, incluyó entre los trastornos de los trastornos sexuales el deseo sexual inhibido. Una nueva patología había nacido.

Dos décadas después, los hombres afectados de impotencia recibieron con entusiasmo la aparición del primer fármaco contra la disfunción eréctil, la Viagra. Desde su salida al mercado en 1998, ha sido uno de los medicamentos más famosos de los últimos años y uno de los grandes éxitos económicos de los laboratorios farmacéuticos Pfizer. Las populares pastillas azules y otros fármacos semejantes desarrollados con posterioridad actúan sobre el tejido eréctil del pene, incrementando el flujo de sangre en hombres con problemas circulatorios o con déficit de testosterona. Los hombres a los que se les receta Viagra no tienen problemas de deseo sexual; el problema es que su cuerpo no responde a ese deseo cerebral.

Maria Shishova

Maria Shishova

La llamada Viagra femenina es totalmente diferente. Se trata de un fármaco llamado Addyi, producido por la empresa Sprout Pharmaceuticals, cuyo principio activo es la flibanserina y que está dirigido al trastorno de deseo sexual hipoactivo, tener una libido baja, poco apetito sexual. Es una circunstancia que afecta a entre un 8 y un 9% de las mujeres entre 30 y 60 años y que puede afectar a su nivel de estrés, sus relaciones de pareja y su calidad de vida. El apodo Viagra femenina hace referencia a que pretende recuperar una vida sexual activa pero las mujeres con deseo sexual hipoactivo (DSH), al contrario que los hombres, no tienen ningún problema en sus genitales. Pueden excitarse, realizar el coito y tener orgasmos, pero no sienten deseo, no están motivadas para el sexo; por razones que no comprendemos, no consideran satisfactorio su nivel de deseo ni en sus relaciones de pareja ni en sus fantasías íntimas. La flibanserina actúa en el cerebro y su fabricante proclama que estimula los circuitos neuronales implicados en el deseo sexual, permitiendo retornar a una sexualidad activa y satisfactoria.

El deseo sexual hipoactivo puede tener una causa física como cambios hormonales o cirugías y también ser un efecto secundario de algunas enfermedades como la diabetes, la artritis o el cáncer. También puede estar causado por motivos psicológicos incluyendo la depresión, la baja autoestima o algún episodio previo de abusos sexuales y, como es lógico, también puede darse sin una causa aparente o conocida. En general, las personas con DSH no han tenido problemas sexuales previos y puede darse independientemente del nivel de actividad sexual o de la situación de pareja. Las mujeres con DSH viven los momentos eróticos de forma diferente a como lo hacen las mujeres con una sexualidad normal. Un estudio puso a un grupo de mujeres con DSH a ver películas eróticas dentro de un escáner cerebral y vio que las partes del cerebro que se encargan de controlar los estados emocionales propios estaban hiperactivas. La idea es que sus cerebros estaban más pendientes de juzgar si sus reacciones eran apropiadas que de vivir y disfrutar esa experiencia erótica. Hasta ahora el DSH se trataba con consejo psicológico y/o una terapia sustitutiva de estrógenos pero la flibanserina puede ayudar a inhibir esas zonas cerebrales que están atenazando el deseo sexual.

El medicamento tiene una historia curiosa: fue inicialmente producido por Boehringer Ingelheim, una gran farmacéutica alemana que buscaba nuevos antidepresivos, pero cuando fue rechazado por la FDA en 2010, lo abandonó. Un matrimonio norteamericano, los Whitehead, vendieron todo lo que tenían, compraron la patente y crearon Sprout Pharmaceuticals para intentar de nuevo su aprobación y comercialización, reuniendo de inversores privados cien millones de dólares. Addyi fue rechazado de nuevo en 2013 por la FDA, por su poca efectividad y sus efectos secundarios. En 2015, el Addyi fue sometido de nuevo a evaluación por la agencia regulatoria americana. Entre medias, distintos grupos de mujeres y activistas habían formado una coalición llamada Even the Score, algo así como Iguala el Partido, reclamando la aprobación de medidas y tratamientos que mejorasen la salud sexual de las mujeres. Sprout financiaba al menos parcialmente a estos grupos que presionaban a las instancias públicas para la aprobación del nuevo fármaco. Finalmente, confirmando lo de que a la tercera va la vencida, el 4 de junio de 2015, el Addyi fue aprobado por la FDA por 18 votos contra 6. Poco después, en agosto de 2015, Valeant Pharmaceuticals compraba Sprout por mil millones de dólares, un «pelotazo» espectacular. Siempre es interesante seguir el rastro del dinero. Sin embargo, es posible que Valeant no haya hecho el negocio que esperaba. En el primer mes tras la aprobación de la Viagra se hicieron medio millón de recetas. En el caso del Addyi fueron ¡227!

Kelly Thompson Fuente: http://culturainquieta.com/en/ilustracion/item/5488-sexy-illustrations-by-kelly-thompson.html

Kelly Thompson
Fuente: http://culturainquieta.com/en/ilustracion/item/5488-sexy-illustrations-by-kelly-thompson.html

Con respecto al modo de acción, la flibanserina inhibe un grupo de neuronas del tronco encefálico llamado el núcleo del rafe, también lo hace en el hipocampo, que interviene en la memoria y las emociones pero sobre todo lo hace en la corteza prefrontal, la zona que se encarga del juicio crítico y el control de los impulsos. Puesto que el cerebro es una compleja red de circuitos neuronales, cambiar la actividad de un grupo de neuronas puede afectar a neuronas muy alejadas de ellas por lo que no se conoce con claridad su forma de actuación pero se piensa que puede mediar en la liberación de noradrenalina y dopamina por parte de las neuronas corticales, dos neurotransmisores que potencian la motivación. Se ha planteado que el incremento en la cantidad disponible de dopamina combinada con los leves efectos sobre un tipo de receptor dopaminérgico, haría aumentar la actividad de los circuitos de recompensa haciendo que resulte más excitante la posibilidad de un encuentro sexual.

La flibanserina, como cualquier otro fármaco que actúe sobre el sistema nervioso, puede tener efectos secundarios. Según su fabricante, Sprout Pharmaceuticals, entre un 9 y un 11% de las mujeres que toman el fármaco experimentan torpeza, fatiga y náuseas (proporción que se redujo al 2-5% en las mujeres que tomaron un placebo). También puede tener interacciones con otras sustancias como el alcohol, que es un depresivo, ampliando este efecto, lo que podría causar desvanecimientos e hipotensión cosa que ha preocupado mucho –los preliminares del sexo incluyen frecuentemente el consumo de bebidas alcohólicas– por lo que se ha indicado que deberá incluirse en la caja una advertencia similar a los mensajes de las cajetillas del tabaco y las usuarias deben firmar un acuerdo por escrito donde se especifica que se abstendrán de consumir alcohol. Tampoco debe combinarse con otras drogas ni ser consumida por personas que tengan algún problema hepático. El nuevo medicamento solo se puede recetar por médicos y farmacéuticos que hayan visto una presentación online y superen un sencillo examen para demostrar que han entendido la información aportada. Las mujeres son advertidas de que si después de ocho semanas no han visto un mejoría de su deseo sexual, no deben seguir tomando el Addyi.

La Viagra femenina no es una «varita mágica» que dispare inmediatamente el deseo en todas las mujeres. Los efectos del fármaco son leves, no funciona en todos los casos y los efectos secundarios, como hemos dicho, pueden ser significativos. Puesto que su principal acción es recuperar la habilidad cerebral normal para inhibir las partes del cerebro que normalmente suprimen el deseo, en la mayoría de las mujeres no hace nada puesto que estos circuitos funcionan con normalidad. Solo actúa en las mujeres con bajo DSH que tengan niveles bajos de serotonina e incluso en ellas los ensayos clínicos han encontrado unos resultados bastante limitados. Las mujeres que tomaban el nuevo fármaco tenían una media de 4,4 experiencias sexuales satisfactorias al mes comparado con 3,7 entre las mujeres que tomaban un placebo y 2,7 antes de que empezase el ensayo clínico. Una relación sexual más al mes a cambio de tomar una pastilla todos los días y con un precio cercano a los 780 dólares mensuales, mas los efectos secundarios, puede parecer, en todos los sentidos, un precio demasiado alto.

«Man and Woman» Fuente: Etsy

«Man and Woman»
Fuente: Etsy

La Viagra femenina, el nombre es equívoco pero pegadizo, ha sido objeto de un intenso debate. Los defensores del nuevo fármaco decían que un fármaco que mejorase la vida sexual de las mujeres era algo que se les debía desde hace mucho tiempo, teniendo en cuenta las muchas opciones disponibles para mejorar la sexualidad masculina. Otros grupos defendían que la asexualidad era una opción igual de respetable que las demás preferencias sexuales y recordaban que también la homosexualidad fue no hace tanto tratada con fármacos e incluida en el DSM. Sprout Pharmaceuticals, que invirtió 50 millones de dólares en el nuevo medicamento, recibió el apoyo de organizaciones feministas y de consumidores llegando a afirmar que se trataba «del descubrimiento más importante para la salud sexual de la mujer desde la píldora». Entre los detractores se usaban argumentos como que porqué no se actuaba también sobre el cerebro de los hombres, que porqué se patologizaba a las personas que tuvieran la libido baja y por último, se clamaba que la empresa se había burlado del sistema de aprobación de nuevos medicamentos, no dejando clara su eficacia, minimizando sus efectos secundarios, usando lobbies de presión y consiguiendo aprobar el examen sin que su eficacia hubiese realmente mejorado. También se ha criticado nuestra tendencia a tratar todo con pastillas, a la normalización obligatoria y a la búsqueda de las expectativas imposibles: hay que estar contento siempre y si no, tómate unas píldoras; ese niño no puede ser tan movido, mejor que se tome unas pastillas; no te apetece hacer el amor con tu pareja, eso es que te pasa algo, aquí tienes unas pastillas. Los grupos que estaban en contra de su aprobación, como Public Citizen, han dicho que los peligros para la mujer, combinados con sus escasos beneficios harán que en pocos años se retire del mercado. Su portavoz ha dicho: «Desafortunadamente, no será la última vez que oigamos de este fármaco». Y eso que ya cantaba Bob Marley «Hagamos el amor que no necesitamos más problemas». Finalmente, un aspecto lateral pero significativo es que la Viagra, la píldora para los hombres es de color azul y el Addyi, la pastilla para ellas, es de color rosa, un nuevo ejemplo muy poco sutil de los estereotipos de colores y sexos.

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