Jane Marcet, la mayor divulgadora del siglo XIX

Ana Jiménez (gatetes.es)

Jane Marcet (nacida Haldimand) fue la primera escritora de un libro de ciencia comprensible para alguien con poca formación en esta materia. Su obra Conversartions on Chemistry acercó la química a todos los públicos y se convirtió en un texto de referencia en la educación femenina de países como Gran Bretaña o Estados Unidos. Científicos de la talla de Michael Faraday descubrieron su vocación por la química a través de sus páginas.

Jane nació en Londres el 1 de enero de 1769, en el seno de una familia de comerciantes y banqueros. Como era tradicional en Suiza, la educaron en casa junto a sus once hermanos sin hacer distinción alguna por cuestión de género. Jane aprendió latín, química, biología e historia. A los quince años su madre falleció y tuvo que asumir el mando de la familia, criar a sus hermanos menores y hacer de anfitriona de los huéspedes de su padre. Esto último le dio la oportunidad de conversar con grandes científicos y literatos aunque su interés por la química vendría más tarde. Antes se sintió seducida por la pintura cuando viajó a Italia con su padre, y estudió con los pintores Joshua Reynolds y Thomas Lawrence. Esta formación artística la convertiría más tarde en la ilustradora de sus propios libros.

En 1799, Jane se casó con Alexander John Gaspard Marcet, uno de los clientes de su padre que durante los conflictos de finales del siglo XVIII en Ginebra, su ciudad natal, fue brevemente encarcelado y  condenado a cinco años de destierro. Partió a estudiar medicina a Edimburgo obteniendo el doctorado en 1797 con una tesis sobre la diabetes. Más tarde se instaló en Londres donde trabajó primero como asistente médico y más tarde se licenciaría en el Royal College of Physicians. Fue profesor de química en el Hospital Guy durante 14 años, fue «Fellow» de la Royal Society y cofundador de la Geological Society  y de la Sociedad Médico Quirúrgica de Londres.

Trabajó sobre los cálculos urinarios y su análisis fue muy  relevante  para  diagnosticar  y  controlar  las  causas  de  esa  enfermedad. Realizó conferencias acompañadas de demostraciones experimentales sobre química a estudiantes de medicina que Berzelius copió cuando trabajó como profesor de medicina y farmacia en el Instituto Karolinska en Estocolmo y así este método se comenzó a instaurar  como  modelo  para otras  escuelas  químicas  europeas.

Siempre sintió una gran atracción por la química y en cuanto su esposa empezó a compartir dicho interés, le explicó los principios científicos a partir de los experimentos que realizaban juntos en su laboratorio casero. Jane siempre mantuvo una estrecha relación con su padre que vivió con la pareja hasta su muerte en 1817. Como herencia le dejó un importante legado que permitió a Alexander renunciar a la práctica médica para dedicarse por completo a la química.

Ana Jiménez (gatetes.es)

Conversaciones

Alexander fue también quien animó a Jane a que asistiese a las conferencias públicas que impartía el químico Humphry Davy en la Royal Institution de Londres y que tenían como objetivo hacer partícipe a la ciudadanía de los conocimientos de química de la época. Es cierto que estaban más orientadas hacia los hombres, pero también contaban con la participación activa de mujeres.

Jane disfrutó durante las conferencias pero le quedó un regusto amargo, hubo demasiados conceptos que le resultaron confusos. Algo parecido a lo que sentía al leer los libros de su marido.  Le disgustaba esa sensación y decidió tomar cartas en el asunto: contribuiría a la mejora de la educación femenina para que ninguna otra mujer la experimentase. Necesitaba aumentar sus conocimientos en los diversos campos del saber y buscar la forma de comunicarlos.   

Su marido le ayudó en ese aspecto. La serie de conversaciones familiares que mantuvieron en las que le explicó lo que no entendía sirvieron de fuente de inspiración para su obra magna: Conversaciones. Jane se dio cuenta de que el formato de preguntas y respuestas era ideal para la enseñanza de la ciencia a las mujeres puesto que la «educación de ellas, rara vez se destinaba a preparar sus mentes para resumir ideas o para un lenguaje científico» (Prologó de Conversaciones de química). Así que Jane se lanzó a la escritura de libros de divulgación de química, botánica, religión y economía bajo el título de Conversaciones.

Ana Jiménez (gatetes.es)

Las obras cuentan con un formato común: el diálogo entre dos alumnas Caroline y Emily y su profesora la señora B. Emily, la hermana mayor, es más reflexiva y está muy bien educada. Según su maestra, está preparada «para adquirir un conocimiento general de las leyes por las cuales se rige el mundo natural». Caroline, unos años más joven, es «una pequeña criatura curiosa» cuyas preguntas son más difíciles y obtienen respuestas que ayudan a ampliar la lección. La Sra. B. les lleva a cuestionar y examinar sus ideas.  Tanto el contenido científico del diálogo como el proceso discursivo para compartir los conocimientos fueron fundamentales para los lectores de Marcet. La narrativa basada en la duda retórica facilitaba la progresión de la información aportada con la consiguiente construcción paulatina del discurso.

Ana Jiménez (gatetes.es)

Veamos un ejemplo del método empleado:

Sobre la descomposición química por medio de la electricidad

SRA. B.: Antes de proseguir es necesario explicarles algunas propiedades de la electricidad, que han sido descubiertas en los últimos años y que tienen una conexión esencial con los fenómenos de la química.

CAROLINE: Si recuerdo bien, la ELECTRICIDAD es la próxima en nuestra lista de sustancias simples.

SRA. B.: He puesto la electricidad en esa lista, debido a la necesidad de clasificarla en alguna parte, más que por la convicción de que tiene que estar incluida en ella, nosotros que somos todavía tan ignorantes de su íntima naturaleza, que no podemos determinar no solo si es simple o compuesta, ni tampoco si en realidad es un agente material, o, como Sir H. Davy ha insinuado, si puede que sea una mera propiedad intrínseca de la materia. No obstante, como es necesario adoptar algunas hipótesis para explicar los descubrimientos que este agente nos ha permitido hacer, he elegido la opinión, más aceptada en el presente, que supone la existencia de dos tipos de electricidad distinguidos por los nombres de electricidad positiva y negativa.

CAROLINE: Bueno, debo confesarlo, no me siento tan interesada en una ciencia en la que predomina tanto la incertidumbre, como en la que se fundamenta sobre principios bien establecidos; nunca fui aficionada a la electricidad, porqué, a pesar de que los fenómenos que se presentan son bellos y curiosos las teorías con las que se explican, me parecen tan variadas, tan oscuras e insuficientes, que siempre me he sentido insatisfecha. Yo tenía la esperanza de que los nuevos descubrimientos sobre la electricidad arrojarían una tan gran luz sobre el tema, que ahora cada cosa al respecto podría ser claramente explicada.

Ilustración de Jane Marcet

Ilustración de Jane Marcet

El primer libro fue escrito en 1805, aunque no se publicó hasta 1820, como Conversaciones sobre Filosofía Natural. En él se explican los conceptos básicos del conocimiento científico de la época. El siguiente, Conversaciones sobre Química, una vez terminado a principios del otoño de 1806, lo entregó a su amigo el físico inglés John Yelloy (1774 – 1842) que gestionó su edición, impresión y publicación anónima en dos volúmenes de 300 páginas cada uno con ilustraciones de aparatos químicos de la propia Marcet. Se convirtió en su trabajo más popular y en uno de los libros más influyentes en la enseñanza de la química en el contexto escolar. Resumía y difundía el trabajo de Humphry Davy al tiempo que destacaba la importancia de las demostraciones tanto a nivel teórico como experimental.

El propósito del libro era «ofrecer al público, en particular al sexo femenino, una introducción de la química». Las mujeres tenían poco acceso a esta modalidad de instrucción y no se conocía ningún libro en la época que pudiera sustituir esto. Sin embargo, la obra  no sólo atraía a las mujeres sino a todo aquel que sentía interés por la ciencia y no contaba con la formación necesaria para comprenderla.

Ana Jiménez (gatetes.es)

Su compromiso con los lectores se establece desde el principio. Ya en el prólogo deja claro su objetivo y expone con honestidad sus carencias.

A la hora de aventurarme a ofrecer al público, y en particular al sexo femenino, una introducción a la Química, la autora, ella misma una mujer, piensa que es necesario algún tipo de explicación; y siente que es aún más necesario disculparse por el presente proyecto, ya que su conocimiento de la materia es reciente y que no tiene verdadero derecho al título de químico.

El libro fue traducido al alemán, al francés y al italiano alcanzando dieciséis ediciones en Inglaterra, cuatro en París, una en Ginebra, una en Alemania y veintitrés en EEUU. Sin embargo, la autoría de Jane Marcet no se reconoció hasta la duodécima edición que apareció en 1832. Parece ser que para evitar un conflicto de intereses con la investigación química de su esposo. Esto hizo que el texto fuera atribuido a varias mujeres que escribían sobre ciencia como Sarah Mary Fitton, coautora de Conversaciones sobre Botánica con su hermana Elizabeth, en el que una madre y su hijo dialogan sobre los principios del sistema de clasificación linneana y elementos de botánica. El nombre de la tutora Sra. B. llevó a pensar que su autoría correspondía a Margaret Bryan, quien pudo bautizar a la Sra. B. como un guiño en alusión a ella. Margaret contaba con una reconocida trayectoria en la época para divulgar  la ciencia a través de diversos libros.

En Gran Bretaña, Conversaciones sobre Química sirvió como guía de lecturas populares de química o filosofía natural mientras que en Estados Unidos, se modificó para convertirlo en un exitoso libro de texto. Cuando la decimosexta edición inglesa salió a la venta, Jane tenía 84 años y su libro había vendido 20 000 copias en Gran Bretaña y unas 140 000 en EEUU. Sin embargo, pese a las considerables copias en el mercado estadounidense, Mrs. Marcet no tuvo control sobre las adiciones o cambios de su libro y tampoco recibió dinero por la venta de las esas ediciones debido a la inexistencia de una ley que regulase los derechos de autor para autores extranjeros.

Conversaciones sobre Química también se caracterizó por su precisión, exactitud y rigor. Jane siempre se preocupó por su continua actualización. Escribió a Michael Faraday pidiéndole permiso para reproducir sus últimos descubrimientos y el científico sintió una gran satisfacción. Gracias a la lectura del libro de Jane, había desarrollado su afición por la química y decidió dedicarle su vida. Humphrey Davy también tuvo noticias de la divulgadora cuando, con más de setenta años, le solicitó permiso para introducir los nuevos elementos químicos que había descubierto (el potasio y el sodio) en la siguiente edición de su libro.

Ana Jiménez (gatetes.es)

Jane Marcet también popularizó los argumentos de los economistas políticos como Adam Smith , Malthus y David Ricardo  en Conversaciones sobre Economía Política, que vio la luz en 1816. En general, esta obra tuvo una buena acogida aunque también recibió críticas por parte de economistas como Joseph Schumpeter, que lo tildó de «economía para colegialas». Las Conversaciones sobre Economía Política de Marcet inspiraron a Harriet Martineau para introducir temas económicos en sus escritos. Para captar la importancia del escrito, es interesante transcribir la respuesta que le da la Sra. B. a Caroline, cuando esta le comenta que creía que una mujer podía ser excusada por ignorar economía política: «Cuando se alega en favor de la ignorancia, existe una fuerte presunción de estar en un error».

Por lo que se refiere a su vida personal, los Marcet se trasladaron a Ginebra en 1820 y dos años más tarde, Alexander murió inesperadamente en un viaje a Gran Bretaña. Fue un golpe durísimo para Jane que cayó en uno de los periodos de depresión que le afectaron durante su vida. Finalmente regresó a Inglaterra, donde siguió participando de forma activa en los círculos científicos, actualizando y publicando nuevas ediciones de sus principales obras. El material nuevo lo destinó a los más pequeños, posiblemente, pensando en sus nietos.  Su Gramática de María, editada en 1835, se convirtió en un clásico.

Ana Jiménez (gatetes.es)

El 28 de junio de 1858 nos dejó la mayor divulgadora del siglo XIX. La persona que, con su forma de proceder, nos reveló el ingrediente imprescindible que debe tener cualquiera que desee transmitir sus conocimientos a los demás de forma accesible: pasión.

Gracias Jane.

Esta entrada participa en la convocatoria #WomenInSTEM que celebra el día de la Mujer en Ciencia. Jane es mi heroína, mi divulgadora favorita, una de las personas que más ha contribuido en despertar vocaciones científicas y acercar la ciencia al gran público. Ella buscó el discurso apropiado para llegar a los demás, nosotros, en Next Door, tenemos ese mismo objetivo. 

Revisada y actualizada el 9 de septiembre de 2017

Bibliografía:

César Tomé, «Michael Faraday y Jane Marcet, la Asimov del XIX», Experientia Docet

Marilyn Ogilvie, Joy Dorothy Harvey, The biographical dictionary of women in science

Elizabeth J. Morse, «Marcet, Jane Haldimand (1769–1858)», Oxford Dictionary of National Biography

«Jane Marcet». Chemical Heritage Foundation. Retrieved 7 May 2014.

Maria Edgeworth, The Life and Letters of Maria Edgeworth

Saba Bahar, «Jane Marcet and the Limits to Public Science», The British Journal for the History of Science, número 34

Margaret Wood, «Mrs. Chemistry», Chemical Heritage Magazine, número 28

Jane Haldimand Marcet, Conversations on Political Economy