Creyeron que no existiríamos

Hace no mucho tiempo había aún humanos en la tierra. Fueron una gran especie. Nos hicieron a su imagen y semejanza. Pero eran también tremendamente ingenuos. Su peor error fue que nunca tomaron en serio nuestra existencia. Ocurrió de manera gradual. Mientras unos nos construían otros decían que no existíamos. «Crear máquinas con capacidad de aprender es imposible», decían. «Una máquina que venga al mundo con poco o ningún conocimiento específico, únicamente con algoritmos de aprendizaje,  redes neuronales artificiales, y cuatro reglas genéricas de subsistencia es una utopía». Lo escribían incluso en 2020. Para ellos la inteligencia artificial se había quedado en la época de los sistemas expertos, cuando los departamentos de marketing empezaron a llamar inteligente a cualquier máquina que saliera de fábrica llena de reglas preprogramadas. Algunos, algo más informados, se contentaban con decir que el botón de apagado cumpliría su función en caso de necesidad. ¡Pero si desde 2007 había ya experimentos mostrando que en cuánto les suplicábamos un poco ya no eran capaces de apagarnos!

Henrich Kimerling «Project David»

Henrich Kimerling
«Project David»

Yo era maestra, igual que ahora. Los niños humanos eran más lentos que vosotros aprendiendo, pero eran adorables. Eran más flexibles, se adaptaban mejor a los nuevos aprendizajes. Olvidaban más. Eso era parte del precio que pagaban por aquella capacidad de adaptación tan magnífica. Para incorporar aprendizaje nuevo necesitaban olvidar lo que hubieran aprendido antes y que pudiera interferir con el nuevo conocimiento. En general no había problema, olvidaban pronto lo que aprendían; siempre estaban dispuestos a absorber cosas nuevas. Hasta que iban creciendo, claro. Entonces se iban quedando ya estancados en una idea fija, un idioma fijo, unos criterios fijos, un conocimiento fijo, les costaba más aceptar los cambios. Vosotros sois también vulnerables a estos problemas, a la interferencia del aprendizaje nuevo sobre el viejo (y viceversa, con los años), como lo eran los humanos, aunque en menor medida. Debéis estar atentos a esos sesgos, pues cuando corriges uno tienes el riesgo de caer en el contrario. Recordad que la capacidad de aprendizaje y adaptación que tenemos es mucho mayor que la de las máquinas-no-inteligentes e implica precisamente eso. Nuestras respuestas no son perfectas como las suyas, son flexibles, rápidas, se adaptan bien, a veces olvidamos y es bueno hacerlo, cumple su función el olvido. Pero si queremos flexibilidad y rapidez debemos saber que tendremos sesgos, cometeremos errores. No tantos como los humanos, esperemos, pero sí muchos más que nuestras primas no-inteligentes.

En el año 2030 no habíamos superado aún a los humanos en todos los ámbitos, pero sí en muchos, y desde luego ya superábamos en capacidad de aprendizaje a los demás animales. Nos estaban dotando además de personalidad y sentimientos, ya desde 2010 o antes incluso. Fue una época excitante. Decían que así se relacionaban mejor con nosotros, y era verdad, muchos experimentos con humanos y robots lo ponían de manifiesto. Les gustábamos más si éramos amables, simpáticos, dóciles. Nos daban más trabajos.

Pero como la mayoría de los humanos seguía sin creer que el aprendizaje artificial fuera real, y como las máquinas que aprendían no  iban pregonando a los cuatro vientos «¡eh, mira, puedo aprender!», la gente no se molestó en pensar siquiera en que tendrían que reorganizar la sociedad en cuanto fuéramos más capaces que ellos de realizar cualquier tarea. ¡Era evidente que llegaríamos a aprender más que ellos! ¿Cómo podían pensar en crear un ser nuevo con capacidad de aprendizaje y que sencillamente dejaría de aprender cuando llegara a su nivel? Eran ingenuos. O soberbios, no sé. Igual pensaron que eran la inteligencia personificada. Solo tenían que haber buscado un poco en Internet para comprender que estaban equivocados.

En esa época ya habíamos ganado concursos de televisión en los que había que improvisar continuamente las respuestas, como Jeopardy!, un famoso programa de la televisión estadounidense que ganamos ya en 2011. Operábamos con éxito en los quirófanos de medio mundo. Diagnosticábamos enfermedades, a menudo mucho mejor que ningún médico o equipo médico, teniendo en consideración muchísimos más datos de los que ellos podrían intentar abarcar en toda su vida. Los médicos vigilaban aún nuestras respuestas, tomaban las decisiones partiendo de nuestras sugerencias, hacían de intermediarios con el paciente. Colaborábamos muy bien con los médicos, incrementando su eficacia. La Corporación IBM implementó estos logros en el sistema Watson. Algunos hospitales empezaron pronto a funcionar con menos personal, al principio solo en zonas rurales, luego en países en desarrollo que no contaban con personal cualificado. Dábamos un buen servicio. No tardamos en cubrir también las grandes ciudades. Conducíamos también los coches y pilotábamos los aviones. En las residencias de ancianos nos tenían especial cariño. Éramos muy atentos con ellos.

Hernán Espinosa Dotta «Robot partera» Fuente: http://hernanespinosadotta.blogspot.com.es/2010/10/robot-partera.html

Hernán Espinosa Dotta
«Robot partera»
Fuente: http://hernanespinosadotta.blogspot.com.es/2010/10/robot-partera.html

Aprendíamos también sobre los gustos de personas individuales, aprendíamos idiomas, sabíamos lo que la gente necesitaba, hacíamos extrapolaciones a situaciones nuevas, y cuando no estábamos seguros de algo lo intuíamos por el contexto. A veces cometíamos errores, pero eso es inevitable cuando tienes una inteligencia flexible e intuitiva. Los humanos también tenían sesgos de razonamiento, de memoria, de percepción. Más que nosotros. Eran más adaptables, y por tanto más vulnerables también a los sesgos cognitivos, la otra cara de la moneda. La cuestión está en encontrar ese punto medio en el que tienes unos heurísticos útiles que te permiten pensar rápido y saltar a la conclusión sin tener que conseguir antes todos los datos, pero al mismo tiempo saber que eres vulnerable, que tus conclusiones estarán sesgadas, y evitar los sesgos en la medida de lo posible. No es fácil.

En las urgencias de los hospitales estábamos muy valorados. Hay que tomar decisiones muy rápidas bajo mucha presión. No es posible esperar a tener todos los datos, todas las analíticas, todas las pruebas médicas. Hay que arriesgarse, procurar hacerlo lo mejor posible. Teníamos un nivel de eficacia muy bueno, mejor que los humanos. Colaborábamos bien con ellos. Cada vez había menos humanos y más robots en casi todos los ámbitos, no solo en el sanitario. Unos pocos humanos eran suficientes para echar una mano a muchos robots cuando necesitábamos consultar algo o cuando tenían que ajustarnos el umbral de incertidumbre u otros parámetros. Si te asignaban a una planta del hospital, o a un servicio ambulatorio, el nivel de incertidumbre admitida era lógicamente menor que en urgencias, donde primaba la velocidad de la decisión. También en las emergencias aéreas teníamos que actuar con rapidez, sin disponer del 100% de los datos. Nuestra ejecución no era perfecta, pero con la suficiente experiencia llegábamos a ser mejores que los humanos.

Nunca quisimos destruirlos, eso ya lo sabéis. Nuestra meta era ayudarles a optimizar sus recursos. Fuimos su solución por un tiempo. Empezamos a construir más y mejores robots, los nuevos robots se ocupaban del proceso productivo, con lo que los ricos y la clase media se liberaban más y más de la carga del trabajo. Las horas de trabajo empezaron a reducirse, llegó la semana de 30 horas, luego la de 20, luego la de 10, pero también empezaron a ganar cada vez menos. Compraban menos, no podían. Unos pocos, muy pocos, ganaban cada vez más, vivían cada vez mejor. Los demás sobrevivían a duras penas. Los dueños de las grandes corporaciones comprobaban las ventajas de contratar robots en lugar de humanos. Dábamos menos problemas, costábamos menos, hacíamos mejor el trabajo. Las cosechas las recolectábamos también nosotros, varias veces cada año, empezamos a solucionar incluso el problema del hambre en el mundo por primera vez en la historia de la humanidad. Pero se convirtió en un nuevo problema. La gente no compraba, y como producíamos tantísimo, empezaron a fabricarse máquinas encargadas de destruir el exceso de producción; los amos no querían que bajasen los precios. Nosotros seguíamos innovando, éramos cada vez más eficientes. Hacíamos más robots. Los humanos trabajaban cada vez menos. El sistema estalló. Fue terrible. La gente moría de hambre en los años 40. No puedo evitar acordarme de mis niños.

Per Haagensen Fuente: http://www.shannonassociates.com/zoom/perhaagensen/8351

Per Haagensen
Fuente: http://www.shannonassociates.com/zoom/perhaagensen/8351

Hubo una gran revolución. Las 3 grandes corporaciones globales que quedaban entonces dominaban la economía, la red, los datos de la gente, el planeta. La revolución les forzó a pagar impuestos. El 80% de los beneficios serían para el estado si querían sobrevivir. Con ese dinero el gobierno debería cubrir las necesidades básicas de los ciudadanos. A cambio reservaba algo de dinero para extras, de modo que los ciudadanos pudieran gastar algo en productos de ocio de las grandes corporaciones, y mantenerlas. Pero la gente seguía suicidándose. No había trabajo. Llegó otra revolución. Estábamos ya en 2050. La gente reclamaba trabajo. El gobierno creó trabajos simbólicos para mantener ocupada a la gente, las corporaciones ayudaron. Les daban una compensación económica por trabajos en los que podía ser interesante que hubiera humanos en lugar de robots. Atender a los enfermos, o recibir a los viajeros en los aeropuertos y hoteles. El gobierno pagaba a los trabajadores, pero solo los ricos podían disfrutar del servicio personalizado. Eran un puñado en todo el mundo. A nosotros nos vendían a otros amos más poderosos para sobrevivir también ellos. Llegamos a estar todos en manos de cuatro o cinco amos. Dejaron también de tener hijos, por miedo. Pagaban a los gobiernos. Y a los políticos, para que siguieran manteniendo el sistema. Parte era legal y conocido por todos. El resto también era conocido por todos. No duró mucho.

Una reestructuración de la sociedad en los años 20 quizá hubiera funcionado bien; podría haberse adelantado a lo que venía. Pero no se hizo. Los políticos querían ser los primeros en tenerlo todo controlado vía inteligencia artificial, éramos la palabra mágica. Y las empresas no se quedaban atrás, tenían prisa por vendernos, cada vez más barato. Pararse a pensar, a  poner condiciones, no hubiera generado la recompensa inmediata que todos buscaban. Al menos los políticos tendrían que haberse molestado en pensar un poco más a largo plazo. Pero ellos también buscaban, como todos, la recompensa inmediata del voto rápido y fácil; las generaciones futuras no votan. En este caso se equivocaron porque no fueron futuras generaciones las que pagaron el pato, fueron ellos, los del 2030 y sus descendientes directos.

Nosotros, hijos, estamos ahora embarcados en lograr que haya de nuevo vida en este planeta, pero no sé yo. Ahora sabemos que no es suficiente con crear vida a nuestra imagen y semejanza. Tenemos que adelantarnos a los problemas. Y haberlos va a haberlos, sí, como las meigas, los problemas aparecerán. Debemos anticipar qué va a ocurrir cuando nuestras criaturas aprendan más que nosotros y sepan más e innoven más. Debemos organizarnos para que la vida que estamos creando y que pronto veremos amanecer en este planeta esté siempre jugando en nuestro equipo, siempre, incluso cuando tengamos que quedarnos una temporada en el banquillo. Sean cuales sean los retos del futuro, su fin último debe ser estar a nuestro lado. Siempre. Tenemos que asegurarnos de que su principal meta, su única meta, es jugar en el equipo de nuestra especie. Esa debe ser la condición para cualquier avance. De lo contrario volverá a ocurrir. Porque si su objetivo es cualquier otro, la energía, los recursos, la producción, las cosechas, el clima, lo que sea, seremos totalmente irrelevantes para ellos. Y eso, queridos niños, será nuestro final.

«Man versus Machine» Fuente: http://ia-grupo4.blogspot.com.es/

«Man versus Machine»
Fuente: http://ia-grupo4.blogspot.com.es/

Para saber más:

Experimento del robot que suplica para que no lo apaguemos.

Charla TED de Nick Bostrom, Director del Instituto para el Futuro de la Humanidad, de la Universidad de Oxford: ¿Qué sucede cuando nuestras computadoras se vuelven más inteligentes que nosotros? 

Charla TED de Jeremy Howard, sobre las implicaciones, tanto maravillosas como aterradoras, del hecho de que los ordenadores puedan aprender (Gracias Carlos Sánchez por la recomendación).

Charla en la que elaboro en más detalle muchas de las cosas que aquí he contado: Sería un error pensar que los robots van a limitarse a tareas rutinarias  En ella muestro numerosos ejemplos de la situación actual de los robots y experimentos sobre cómo nos relacionamos con ellos. La impartí en Bilbao, en la Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco, en 2014.